“Los dirigentes del PNV se encontraron en la difícil posición de
procurar obtener un estatuto que fuera a un tiempo aceptable, y
adaptable a las limitaciones de la Constitución. El Gobierno estaba
dispuesto a aceptar una sustancial descentralización administrativa en
Euskadi y el resto de España”, asegura Sullivan.
Las posibilidades de incorporar a Navarra eran remotas, puesto que en
esa provincia, en las elecciones de 1977, habían obtenido una clara
mayoría los partidos no favorables al nacionalismo vasco. Pero de haber
aceptado el PNV oficialmente que Navarra no llegara nunca a formar
parte de Euskadi, se habría perdido un componente esencial de su
ideología. En tanto, cauteloso, HB, declaró en noviembre de 1978 que
siempre que Navarra no quedara definitivamente excluida de las
estipulaciones para la autonomía vasca, eran legítimas las
negociaciones con el gobierno español. Las elecciones parlamentarias de
marzo de 1979 reforzaron la posición del gobierno, quedando la UCD
como partido mayoritario. Los resultados electorales fueron también un
triunfo para Herri Batasuna que, en sus primeros comicios, obtuvo más
de 170 mil votos, más de la mitad de los recibidos por el PNV. Aunque
HB no acudiría al Parlamento vasco, pese a los escaños obtenidos.
El PNV se convirtió en el partido mayoritario. El éxito electoral del
nacionalismo fortaleció la posición negociadora del PNV con relación
al estatuto. En junio, los principales partidos del País Vasco llegaron
a un acuerdo sobre el contenido del estatuto que se iba a presentar al
gobierno. Pero ni el acuerdo sobre el estatuto, ni los triunfos
electorales de HB consiguieron persuadir a los líderes de ETA-M de
interrumpir la campaña de lucha armada. Denunciaron el estatuto
tachándolo de simple medida de descentralización.
Desde su concepción, en opinión de Fusi, ETA no puede aceptar que lo
que se denomina “problema vasco” tenga una solución en el marco de una
constitución española y con una autonomía limitada a 3 de las que,
ellos entienden, 7 provincias de Euska Herria. “Por lo tanto, ETA lo
que intenta es desbordar el propio proceso constitucional y autonómico
español. Si uno mira las fechas de mayores ofensivas de ETA, coinciden
justamente con eso”, sintetiza.
En julio de 1979, las negociaciones entre el gobierno y la mayor
parte de los partidos vascos concluyeron con un acuerdo sobre el
estatuto de autonomía. Finalmente, Navarra quedaba afuera de la
comunidad autónoma vasca, aunque quedaba abierta su incorporación si
ésta era voluntad de sus habitantes. El parlamento aprobó la
legislación y se celebró un referéndum el 25 de octubre de 1979. Todas
las fuerzas políticas de importancia, salvo HB, instaron al electorado a
aprobar el Estatuto. Casi un 54% se manifestó a favor y sólo un 3%
votó en contra. Pero la abstención fue alta (algo superior al 40%). Al
aproximarse la fecha de las elecciones al parlamento autónomo vasco, la
coalición original de HB se desintegró. Tanto LAIA como ESB
abandonaron esa alianza, dejando a HASI como único partido político.
ETA-M quedó con el total control efectivo.. Las elecciones, celebradas
en marzo de 1980, demostraron los beneficios que estaba obteniendo el
nacionalismo vasco de la polarización que producía la confrontación con
el gobierno central. Los nacionalistas obtuvieron 42 escaños, frente a
los 18 de los partidos “españoles”. HB logró 11 escaños y EE nueve.
Pero el verdadero triunfador fue el PNV. Pese a que sus 25 escaños no
le daban la mayoría absoluta, el PNV contaba con el apoyo o la
abstención de los restantes nacionalistas en todo conflicto entablado
con el enemigo de Madrid. ETA-PM, en crisis, fue dividiéndose
progresivamente entre los militantes que querían salir de la espiral de
violencia, y los que creían en que había que seguir con la lucha
armada.
Felipe en el poder
Adolfo Suárez dimitió como jefe de gobierno el 29 de enero. Poco
después, el 23 de febrero, llegó un intento de golpe de Estado cuando
algunas unidades de la Guardia Civil bajo el mando del coronel Antonio
Tejero tomaron las Cortes y retuvieron a los diputados que se hallaban
dentro. Los rebeldes finalmente desistieron de su postura. La historia
adjudica el mérito a la muñeca política del rey. Habría que ver si no
hubo muñecas empresarias interesadas en formar parte de la Comunidad
Europea, y la obediencia del ejército a los dueños del dinero, el jefe
supremo al que le deben una lealtad sin fisuras – enmascarada de amor a
la patria, honor y algún ingrediente emotivo que poco tiene que ver con
sus actos. “Si la amenaza contra la unidad de España considerada como
una satisfactoria identidad de nación y Estado único había sido una de
las causas de la Guerra Civil y de la dictadura franquista, también lo
fue para el golpe de Estado durante la democracia”, sostiene Vázquez
Montalbán. El PNV, conmocionado, adoptó una actitud más conciliadora
hacia el gobierno de Calvo Sotelo, sucesor Suárez; y tuvo el efecto de
serenar pasajeramente a ETA-PM, ya profundamente dividida, que el 28 de
febrero anunció una tregua indefinida. Aunque, realmente, poco le
quedaba por hacer a ETA-PM, que, finalmente, en la VIII Asamblea,
celebrada en febrero de 1982, se produjo la anunciada escisión: la
facción minoritaria, ETA-PM (VII), anunció que mantendría la tregua y
que esperaba solamente a que la intervención de los dirigentes de EIA
les procurara las garantías necesarias para permitirles volver a España e
incorporarse a la vida política normal. El grupo mayoritario, ETA-PM
VIII, declaró su determinación a seguir adelante con la lucha armada,
pero pronto quedaría desintegrada.
El 28 de octubre de 1982, las elecciones parlamentarias dieron una
abrumadora victoria al PSOE. Asumió la presidencia Felipe González, que
continuó la lenta transferencia de competencias a la comunidad autónoma
vasca.
Los nacionalistas eran muy críticos respecto del Ministro del Interior, José Barrionuevo, un antiguo funcionario del sindicato estudiantil franquista, cuyo decidido apoyo a las fuerzas de seguridad y convicción de que el terrorismo de ETA era un problema policial y no político.
Los nacionalistas eran muy críticos respecto del Ministro del Interior, José Barrionuevo, un antiguo funcionario del sindicato estudiantil franquista, cuyo decidido apoyo a las fuerzas de seguridad y convicción de que el terrorismo de ETA era un problema policial y no político.
Las segundas elecciones al Parlamento vasco confirmaron el predominio
del PNV, y del nacionalismo en general. El lehendakari (presidente
vasco) electo fue Carlos Garikoetxea. Su situación no era nada
envidiable: debía reconciliar las exigencias de los grupos más
conservadores de su propio partido y llegar a un acuerdo con el PSOE. No
tuvo mucho tiempo de actuar: “La directiva de Arzalluz, tras haber
consolidado su control sobre el aparato del partido, celebró una
asamblea donde fue aceptada la línea conservadora de la dirección frente
a la oposición de la mayoría del partido.
El círculo se cerraba en torno a Garaicoechea, y el 19 de diciembre
se vio forzado a dimitir”, resume Sullivan. El PNV nombró a José
Antonio Ardanza nuevo Lehendakari. Garaikoetxea crearía el partido
Nacionalistas Vascos, que competiría por los fervores nacionalistas con
el PNV.
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