Entre dos nacionalismos

Llegados al final de este ordenamiento caprichoso de actos, no son pocas las conclusiones que se pueden extraer. Pero justamente de eso se trata: de movilizar el espíritu crítico, analítico; para poder desterrar las “verdades” incontestables que venden los iluminados, los interesados. Invariablemente, políticos de todos los signos pretenden imponer sus interpretaciones simplificadas a gusto de sus realidades, a cuenta de sus beneficios. No es de extrañar, entonces, que alrededor del conflicto vasco, de larga data, donde se fueron sumando factores, emociones, y, sobre todo, muchos dolores, se haya arribado a construcciones de diversa índole según desde dónde se mirara el problema, según la sensibilidad de la retina del observador.
En esta línea, el historiador John Sullivan, en su libro El Nacionalismo vasco radical, se lamenta:
 “Inevitablemente, los estudios sobre grupos terroristas que no atienden el contexto social donde se insertan y se centran exclusivamente en su organización interna, o en las presuntas motivaciones psicológicas de sus militantes, acaban analizando características triviales o, en el mejor de los casos, secundarias, de este fenómeno”.
En contra de la opinión de que ETA es, como dice Alec Reid, sacerdote y portavoz de las conversaciones de paz en Irlanda del Norte, sólo un grupo de salvajes y de que no hay nada de qué hablar, la realidad es bien distinta. Hay mucho de lo que hablar. Siendo probablemente la única alternativa para dar con una solución, el diálogo. 
Así las cosas, España se enfrenta hoy a una lucha de nacionalismos, de posturas enfrentadas, construidas por políticos que, a pesar de sus enfrentamientos, parecen haber aprendido sus discursos y razonamientos del mismo maestro. Porque desde que el PP obtuvo la mayoría absoluta – que no antes, cuando tuvo que pactar con, oh sorpresa, los nacionalismos que ahora rechaza, para formar gobierno – el nacionalismo español, que había estado guardado, en silencio, se sacó las máscaras y salió al ruedo. Y vaya salida: la situación de desencuentros no puede estar peor.
“Cuando en buena parte de las Españas oyen hablar en catalán, gallego o euskera les suena a frotamiento de hojas de tijera podadera empeñada en la castración del pene lingüístico de la patria, una unidad idiomática absolutista y totalitaria que en la práctica jamás existió y que sólo la dictadura franquista estuvo a punto de conseguir.
Desde la prepotencia o desde la ignorancia condicionada por la perversidad de los libros de Historia que nos han hecho tal como somos, el hispanohablante sectario tiende a pensar que el gallego, el catalán y el euskera son inventos de la frágil democracia y más concretamente de líderes nacionalistas separatistas empeñados en acumular hechos diferenciales y separadores cueste lo que cueste”, clarifica Vázquez Montalbán.
Y mientras las declaraciones y las “sensateces” sobrevuelan España, o lo que sea esta sumatoria de nacionalismos, el Euskobarómetro – encuestas realizadas por el Departamento de Ciencia Política de la Universidad del País vasco – indica que el paro (desempleo) sigue siendo la principal preocupación de los vascos, por encima de la violencia y el terrorismo. Y que la mayoría (casi seis de cada diez vascos) piensa que la tensión de los partidos está produciendo un incremento de la crispación social. Entre tanta amenaza, tanto chauvinismo, las empresas meriendan trabajadores, y los parados vaya a saber qué meriendan.
 
Vaya semanita-el conflicto vasco y los medios de comunicación

Constitución del 78

Después de las elecciones, ETA-M se dispuso a remediar su carencia de brazo político. Así, en julio de 1977 se creó Herriko Alderdi Sozialista Iraultzailea (Partido Socialista Revolucionario Popular, HASI). Meses más tarde, reconocía la necesidad de una organización de masas que pudiera llevar adelante la lucha en aquellas áreas poco aptas para la acción militar. Telesoforo Monzón, que fue expulsado del PNV en noviembre de 1977, tomó la iniciativa en el intento de formar una coalición electoral, que más adelante se convertiría en Herri Batasuna (Unidad Popular).
En noviembre de 1977, HASI, LAIA, ESB y ANV acordaron la formación de una coalición electoral para participar en las elecciones municipales que se celebrarían en abril de 1979. “Sin embargo, al poco tiempo de su formación se hizo evidente que Herri Batasuna, lejos de ser una mera alianza electoral, se había convertido tanto en un movimiento social como en el brazo político de ETA-M”, explica Sullivan. Aunque esta organización no fuera más que simpatizante, y no estuviera incorporada como miembro.
A pesar de su decisión de abrir una vía política, ETA-M comenzó la campaña más intensa emprendida por cualquier rama de ETA hasta entonces. El poco éxito logrado en combatir las acciones de ETA indujo a la policía a recurrir a una represión indiscriminada contra la población vasca. Además, escuadrones ultraderechistas perpetraron una seria de ataques contra simpatizantes de ETA, tanto en España como en el País Vasco francés. El historiador Juan Pablo Fusi asegura, en el documental La pelota vasca, de Julio Medem, que sin duda alguna la represión policial “favoreció, lógicamente, la radicalización del proceso vasco, y por lo tanto, también de las posiciones en torno a ETA”. Otra vez la espiral acción-reacción-acción.
A ETA-PM no le quedó otra salida que anunciar su vuelta a la lucha armada. Según propone Sullivan, este regreso a la lucha tenía como finalidad evitar la disolución del grupo, lo que hubiese supuesto que ETA-M habría tenido el monopolio de la tradición de ETA, produciendo un efecto negativo en el apoyo que recibía EIA de la población nacionalista.
Por su parte, el rechazo manifestado por EIA hacia HB formaba parte de un gradual alejamiento del nacionalismo radical. “Con todo, aún quedaban puntos de coincidencia entre EIA y los restantes partidos abertzles. Uno de los más importantes era su unión en la oposición a los elementos centralistas del anteproyecto de la Constitución, que se debatió en las Cortes a lo largo de 1978”, manifiesta Sullivan.
Las preocupaciones de los dirigentes del PNV corrían por otros carriles: tenían sus esperanzas puestas en el logro de un estatuto de autonomía satisfactorio para la comunidad nacionalista. Aunque antes tenían por delante la cuestión de la Constitución española, que se debatió en Cortes a lo largo de 1978. El PNV no podía abandonar oficialmente el objetivo histórico de lograr la independencia sin ganarse el antagonismo de sus propios miembros.
Por otra parte, el voto a favor de dicha Constitución sería considerado por muchos miembros del partido como un abandono de las aspiraciones históricas del partido. Entre la espada la espada y la pared, La actitud del PNV hacia ETA, vista desde Madrid, podía parecer hipócrita, pero la perspectiva de Madrid no tomaba en consideración el complejo dilema ante el cual se encontraba el partido (muchos miembros del PNV se sentían emocionalmente identificados con ETA, a la que consideraban como un grupo de jóvenes heroicos, continuadores de la lucha contra la opresión española; pero a la vez, no podía dejar de inquietarse ante los efectos que producía la violencia de ETA-M).
El historiador Fernando García de Cortázar sintetiza, en su libro Breve historia de España, la posición del PNV: “Si el nacionalismo vasco más que una ideología es una conciencia social, ETA que brotó de él nació también de su conciencia, asumiéndola en vez de combatirla. Por ello cualquier nacionalista vasco podrá condenar los métodos de ETA pero lo que nunca podrá hacer sin traicionarse es rechazar el propósito final de la organización: la independencia de Euskadi”.
Con todo, el 31 de octubre de 1978, ambas cámaras del Parlamento español aprobaron la versión definitiva de la Constitución. El PNV se abstuvo: estaba claro que, aunque no podían votar a favor, estaban dispuestos a operar dentro de los límites del sistema político que estipulaba, postura que contrastaba con la los dos miembros de EE en el parlamento, que votaron en contra.
Puesto que el PNV se había abstenido, pidió, en consecuencia, a sus partidarios que se abstuvieran en el referéndum constitucional celebrado el 6 de diciembre. La Constitución tuvo un abrumador voto favorable, pero la abstención en el País Vasco fue casi el doble que la del resto de España. Ambas ramas de ETA habían pedido que se votara en contra, pero, según dice Sullivan, como el voto nulo también había sido pedido por la extrema derecha, no podía ser considerado como un indicio de su peso.
 
Trailer del documental de la pelota vasca
 
 

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